Brújula del sur,
territorio de viento y sol en el que nacimos.
Baila la memoria americana en sus colores:
son latidos, voces, saberes, abrazos.
Baila la memoria americana en sus colores:
son latidos, voces, saberes, abrazos.
Amarillo los ríos que emergen de las venas de Gigantes dormidos en medio de la
Pampa,
la luz de abril.
Las calles crujientes de hojas secas,
los patios llenos de pájaros con el sol de la siesta en la
garganta.
Naranja los atardeceres
cuando llega la hora
de las brujas
y cantan los grillos que mueven las manos del guitarrero.
Naranja es la tierra caliente,
roca embravecida,
luz en la oscuridad el sabor de los besos,
durazno maduro estallando en la comisura de los labios,
fiesta para los cuerpos el jugo de la ternura.
Roja la alegre rebeldía
con la que resistimos y amamos con amores nuevos,
no tipificados.
Rojo el verano de los cuerpos libres,
las lenguas buscándose,
“disfrutando" ese instante alucinado en el que la muerte no importa.
Roja la memoria americana,
el amor grande por el que salimos a la calle,
a los barrios,
al arte
y nos reinventamos tendiéndonos las manos en el grito.
Rojas las estrellas de mi constelación,
el acecho de une misme,
la tozudez de con la que buscamos
y nos levantamos
una
mil veces en la tormenta.
Violeta el fuego que abre las dimensiones
y abraza en su calor,
lo que necesitamos cambiar.
Violeta lo que no puede definirse
y es magia:
violeta
nosotres,
la última luz del día sobre los cerros en las altas cumbres,
el color de las lágrimas,
el sabor del vino cuando estamos bien acompañades
y el humo del tabaco cuando dice la palabra verdadera.
En el azul oscuro habita la humildad,
Para que tus ojos abriguen luz
y no encandilen sino que inviten a pasar.
Azul el frío que
llega con la ancestralidad de los glaciares,
el invierno y sus salamandras,
hornos de barro donde se cuece el pan de nuestros los
pueblos
y la quietud de la tierra invita mate con pasta frola.
Azul el sonido del bandoneón
y la danza del invierno que guarda el calor en el abrazo
sostenido.
Verde la medicina de la tierra,
gran serpiente dormida bajo la cordillera.
Verde la boca del campesine,
El silencio de la Coca hablando en el corazón.
Verde la frescura de la menta,
ojos de albaca y aceituna que miran transparentes los cuerpos
mestizos de nuestra matria.
Verde la danza de los sauces sobre el río,
la vida estallada en música en el valle de punilla cuando
llega el festival
y flotan las chacareras sobre cauce del Yuspe
Blanco el mapa que traza la luz,
ese pequeño espacio donde el abrazo es posible
y no existe el color,
ni el tiempo.