Entonces la sombra en tus ojos.
Borde a borde,
nos invade la ciudad,
neblina que se filtra entre las rendijas
y avanza colonizando
el sueño.
Me ves
y ya no son tus pupilas portales de luna
sino un campo de
batalla.
Hemos orbitado entre los mil soles de este abrazo,
la brújula fue la risa
el viaje, descubrimiento.
Llega día sobre
nuestra desnudez
y no amanece:
los amantes que hemos sido
se pierden en la bruma que vuelve frontera el cuerpo.
Bajo la ropa se
marchitan galaxias y mundos silvestres.
Apenas un perfume fugitivo en las horas sucesivas nos recordará haber
estado muy cerca de la libertad.
Porque llega el día
y las estructuras golpean la puerta para
decirnos qué Ser.
Desde ahí me ves
y las palabras que
nos gustan se vuelven inútiles
para que recuerdes que
no tengo apetito por lo que muere en la palma de mis manos.
No me pertenezcas,
no dejes de amar.
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