Esto no es tierra.
Es ceniza.
Arde el grito del indio
y es silencio.
Arde la llaga de la pobreza,
en carne viva la mirada,
pero los ojos son glaciares oscuros,
impenetrables como la historia.
No hay tierra acá.
Sólo frontera.
Cuerpos como documentos,
territorios en la geografía del hambre y la abundancia.
Cuerpos escurridizos,
acechando la ocasión para burlar los mapas
mientras la desconfianza se pasea de un lado al otro.
Que esto no es tierra.
Es ceniza y humo.
Tanto humo que olvidamos que fueron hermanas las manos que tejieron
los siete colores de nuestra bandera.
Que no.
Que esto no es tierra,
es solo frontera.
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