lunes, 14 de octubre de 2013

Retratos

Antonio

"Yo sé como salvar a alguien del envenenamiento -dice Antonio, maestro rural del trópico boliviano- una vez salvé a mi perrito; agua y jabón hasta provocar el vómito"
Sus ojos cansados se pierden en el follaje de la selva. Cuenta bajito, como si no le importara que lo oigan. Despues de 40 años de profesión, finalmente, llegó al río Isiboro a enseñar a una pequeña comunidad de Yurakarés. "Desde que era estudiante que quiero conocerlos". Después explica: sumidos en la miseria, las costumbres de los Yurakarés es beber y procrear cuanto se pueda. Las mujeres son iniciadas sexualmente por su padre o algún familiar. Luego son "ofrecidas" a quien guste hasta que alguien quiera comprarlas pagando una buena cantidad de alcohol a sus padres.


Normita

Quiso terminar la primaria a sus 17 años. Se quedó en la comunidad con sus abueños y se esforzaba mucho en aprender. Habían hecho amistad el maestro y la alumna. El 25 de abril paso por la casa de Antonio, antes que caiga el sol, le pidió unas galletas para la cena y se marchó. No era todavía medianoche cuando el maestro oyó que le hablaban a la Normita, "tome agua al menos"-le decían. El pensó, "ya se le dió por la bebida, igualita al resto". y siguió durmiendo.
Media hora más tarde, lo despertaron con la noticia. La Normita había decidido morirse nomás. Cenó veneno.
"De haber pensado otra cosa, la podría haber salvado"- me dice el maestro Antonio. "Era blanconita"- agrega para darle distinción.


Curiosidades del Chapare

A orillas del río Isiboro es casi una maldición ser mujer.
"Están acostumbradas"- replica Antonio- "prefieren casarse con un familiar antes que con un Colla".
Sin poder elegir cómo, ni cuándo, cuantos ni con quien. Las mujeres Yurakarés llevan en su vientre los hijos de su abuelo, de su padre, primo o hermanos.
Nunca han visto otra cosa, "yo creo que no se lo preguntan".
Pero el cementerio de la comunidad está poblado de cuerpos de mujeres que con veneno o con balas decidieron poner fin a su vida. "Curioso, ¿no?"- me dice Antonio.

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