lunes, 23 de enero de 2012

Basta.

Hay verdades que son hierro caliente pesando en medio de las costillas.
Desgarran la carne de los que miran para otro lado como si nada sucediera,
dibujan a fuego el mapa del error y la omisión para que no tengas posibilidad de arrepentirte.
"Siempre estamos eligiendo"- reza el machete que te ofrece el dolor.
Pero hay algo antes que te nubla la mirada.
Nunca llegas a ver el brazo extendido segundos después de dar el salto sobre el abismo.
Dicen que es necesario pasar el pavor de sentir el olor de la piel chamuscada,
la sangre correrá cuesta abajo
deslizándose entre las piernas como serpientes agónicas que buscan piedad en la tierra.
Sobreponerse al espanto
entre tanto hipócrita es militar la esperanza. 
Pero el cuerpo igual se queja.
En la espalda se anudan las muertes que no se van con el río,
en la espalda
se cuelgan con sus ganchos invisibles las veces que te negaste
y abriste tus flancos para que las huestes del deber y el abuso de tu semejante
cercenen tu capacidad de vuelo.
Por eso este despertar te pesa tanto.
Los grilletes sobre tu cuerpo mujer hambrienta
saben de la fórmula exacta de tu alquimia.
Escucharla solo es posible atravesando estas horas mustias,
el deshielo de tu rostro alucinado,
la mueca de la calma se estrella al llamado de tu sangre en rebelión.
Ya nunca parirás esclavos ni víctimas de tu propio hambre.

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