Marco
No reconoce sus canas, ni su barriga. Allá, en sus años mozos, fue el "Rey de la Belleza del Trópico". El sigue siendo ese muchacho. De acuerdo a su reputación, se acerca a contarme de las viajeras que se han enamorado de él. Después me invita una cerveza. "Ya no tengo dueña"- me dice guiñándome un ojo.
Sus amigos cuentan como RossMary, la mujer que trabaja en el hospedaje de su padre y otra mujer del mismo pueblo, se pelean por él en el mercado central. "Eso ya fue"- me dice con gesto de superación y orgullo.
En la madrugada, la voz de Marco retumba por los pasillos del hospedaje rogándole a RossMary que le abra la puerta de su cuarto.
Antonio
"La vida del maestro rural es vida de gitano"- recita Antonio, mientras se pinta de oscuro los cabellos blancos de su cabeza. "Tengo 9 hijos, 4 del primero y 5 del segundo. Es casi como no tener ninguno...nunca los veo."
Parte de su profesión el desarraigo, se interna en la selva a comienzos de marzo y recién vuelve a la ciudad de Trinidad en diciembre.
"Lo mejor de Bolivia es el cementerio y el manicomio de Sucre, la ciudad Blanca" -me recomienda y evoca sus años de estudiante en aquella ciudad. "¿Será por eso?"- me pregunto sin comprender.
Ya no tiene mujer, afirma por la tarde. En la mañana, su voz endulza el canto de los gallos, al pedirle a Ella que venga a visitarlo.
lunes, 28 de octubre de 2013
lunes, 14 de octubre de 2013
Caótica
No pide permiso/
existe.
Abundancia que desafía
cuando cada rincón
es un mundo incierto.
Vuelan mariposas azules sobre el río
y una masacre ocurre selva adentro.
Crecen las plantas a su antojo7
la humedad se arregla en verde
y busca cualquier camino para deslizarse.
Todo se amontona
respira
gime.
Tanto parece lo justo
cuando el desorden es perfecto
y la belleza despiadada.
Canta el mundo en los colores de la lluvia,
cantan los espíritus que tejen los tiempos
y la piel se desintegra
para ser agua,
pájaro,
mata.
Se expanden los sentidos,
mi cuerpo es la selva.
Hay afuera
todo lo que llevo dentro.
existe.
Abundancia que desafía
cuando cada rincón
es un mundo incierto.
Vuelan mariposas azules sobre el río
y una masacre ocurre selva adentro.
Crecen las plantas a su antojo7
la humedad se arregla en verde
y busca cualquier camino para deslizarse.
Todo se amontona
respira
gime.
Tanto parece lo justo
cuando el desorden es perfecto
y la belleza despiadada.
Canta el mundo en los colores de la lluvia,
cantan los espíritus que tejen los tiempos
y la piel se desintegra
para ser agua,
pájaro,
mata.
Se expanden los sentidos,
mi cuerpo es la selva.
Hay afuera
todo lo que llevo dentro.
Retrato 2
El Abuelo
"Tenga cuidado con el Abuelo"- dice Ella. Cuerpo gordo y moreno, acostumbrado a trabajar fuerte bajo el calor del trópico. Cuando su voz recorre los pasillos del alojamiento, el enojo se le vuelve tan claro que lastima el aire.
"Tenga cuidado con el abuelo"- dice y hago fuerza para no reirme.
El abuelo se mueve cortito, una mueca de dolor le cubre el paso. Las cataratas le están cubriendo sus ojos y el audífono ya no le resuelve la sordera. Viejecito que da ternura, se acerca como puede hasta la puerta de mi cuarto, "María, esta noche le invito a mascar coca"- dice con aliento entrecortado y las nubes de sus ojos se abren un instante para destellar el hambre del lobo atrapado en ese cuerpo maltrecho.
II
"No te vayas María" -dice el Abuelo- "Esta tarde la llevo al río, no le cobro el alojamiento de esta noche". Su voz parece rogarle a una mujer que no soy yo. "No te vayas María"- repite con behemencia y yo pienso con la sonrisa apretada en un gesto serio, que los hombres que he amado nunca me han pedido eso.
"La vida es una novela María"- dice el abuelo.
"Tenga cuidado con el Abuelo"- dice Ella. Cuerpo gordo y moreno, acostumbrado a trabajar fuerte bajo el calor del trópico. Cuando su voz recorre los pasillos del alojamiento, el enojo se le vuelve tan claro que lastima el aire.
"Tenga cuidado con el abuelo"- dice y hago fuerza para no reirme.
El abuelo se mueve cortito, una mueca de dolor le cubre el paso. Las cataratas le están cubriendo sus ojos y el audífono ya no le resuelve la sordera. Viejecito que da ternura, se acerca como puede hasta la puerta de mi cuarto, "María, esta noche le invito a mascar coca"- dice con aliento entrecortado y las nubes de sus ojos se abren un instante para destellar el hambre del lobo atrapado en ese cuerpo maltrecho.
II
"No te vayas María" -dice el Abuelo- "Esta tarde la llevo al río, no le cobro el alojamiento de esta noche". Su voz parece rogarle a una mujer que no soy yo. "No te vayas María"- repite con behemencia y yo pienso con la sonrisa apretada en un gesto serio, que los hombres que he amado nunca me han pedido eso.
"La vida es una novela María"- dice el abuelo.
Retratos
Antonio
"Yo sé como salvar a alguien del envenenamiento -dice Antonio, maestro rural del trópico boliviano- una vez salvé a mi perrito; agua y jabón hasta provocar el vómito"
Sus ojos cansados se pierden en el follaje de la selva. Cuenta bajito, como si no le importara que lo oigan. Despues de 40 años de profesión, finalmente, llegó al río Isiboro a enseñar a una pequeña comunidad de Yurakarés. "Desde que era estudiante que quiero conocerlos". Después explica: sumidos en la miseria, las costumbres de los Yurakarés es beber y procrear cuanto se pueda. Las mujeres son iniciadas sexualmente por su padre o algún familiar. Luego son "ofrecidas" a quien guste hasta que alguien quiera comprarlas pagando una buena cantidad de alcohol a sus padres.
Normita
Quiso terminar la primaria a sus 17 años. Se quedó en la comunidad con sus abueños y se esforzaba mucho en aprender. Habían hecho amistad el maestro y la alumna. El 25 de abril paso por la casa de Antonio, antes que caiga el sol, le pidió unas galletas para la cena y se marchó. No era todavía medianoche cuando el maestro oyó que le hablaban a la Normita, "tome agua al menos"-le decían. El pensó, "ya se le dió por la bebida, igualita al resto". y siguió durmiendo.
Media hora más tarde, lo despertaron con la noticia. La Normita había decidido morirse nomás. Cenó veneno.
"De haber pensado otra cosa, la podría haber salvado"- me dice el maestro Antonio. "Era blanconita"- agrega para darle distinción.
Curiosidades del Chapare
A orillas del río Isiboro es casi una maldición ser mujer.
"Están acostumbradas"- replica Antonio- "prefieren casarse con un familiar antes que con un Colla".
Sin poder elegir cómo, ni cuándo, cuantos ni con quien. Las mujeres Yurakarés llevan en su vientre los hijos de su abuelo, de su padre, primo o hermanos.
Nunca han visto otra cosa, "yo creo que no se lo preguntan".
Pero el cementerio de la comunidad está poblado de cuerpos de mujeres que con veneno o con balas decidieron poner fin a su vida. "Curioso, ¿no?"- me dice Antonio.
"Yo sé como salvar a alguien del envenenamiento -dice Antonio, maestro rural del trópico boliviano- una vez salvé a mi perrito; agua y jabón hasta provocar el vómito"
Sus ojos cansados se pierden en el follaje de la selva. Cuenta bajito, como si no le importara que lo oigan. Despues de 40 años de profesión, finalmente, llegó al río Isiboro a enseñar a una pequeña comunidad de Yurakarés. "Desde que era estudiante que quiero conocerlos". Después explica: sumidos en la miseria, las costumbres de los Yurakarés es beber y procrear cuanto se pueda. Las mujeres son iniciadas sexualmente por su padre o algún familiar. Luego son "ofrecidas" a quien guste hasta que alguien quiera comprarlas pagando una buena cantidad de alcohol a sus padres.
Normita
Quiso terminar la primaria a sus 17 años. Se quedó en la comunidad con sus abueños y se esforzaba mucho en aprender. Habían hecho amistad el maestro y la alumna. El 25 de abril paso por la casa de Antonio, antes que caiga el sol, le pidió unas galletas para la cena y se marchó. No era todavía medianoche cuando el maestro oyó que le hablaban a la Normita, "tome agua al menos"-le decían. El pensó, "ya se le dió por la bebida, igualita al resto". y siguió durmiendo.
Media hora más tarde, lo despertaron con la noticia. La Normita había decidido morirse nomás. Cenó veneno.
"De haber pensado otra cosa, la podría haber salvado"- me dice el maestro Antonio. "Era blanconita"- agrega para darle distinción.
Curiosidades del Chapare
A orillas del río Isiboro es casi una maldición ser mujer.
"Están acostumbradas"- replica Antonio- "prefieren casarse con un familiar antes que con un Colla".
Sin poder elegir cómo, ni cuándo, cuantos ni con quien. Las mujeres Yurakarés llevan en su vientre los hijos de su abuelo, de su padre, primo o hermanos.
Nunca han visto otra cosa, "yo creo que no se lo preguntan".
Pero el cementerio de la comunidad está poblado de cuerpos de mujeres que con veneno o con balas decidieron poner fin a su vida. "Curioso, ¿no?"- me dice Antonio.
miércoles, 9 de octubre de 2013
Ver
A Fer
La mira desde la ventanilla del colectivo con libélulas en el cuerpo,
ya todo ha pasado.
Ella resiste las lágrimas.
Ella/
que es luz entre el polvo,
resiste.
Su figura recorta el gris
de una terminal empobrecida de ilusiones y verdades.
Se agitan los ojos en la despedida,
tiemblan los labios las "muchas gracias",
el amor suelta el cordel
y el hilo se expande.
La mira desde la ventanilla
y se guarda los abrazos en un rincon de la mochila.
Esa mujer resistiendo entre el polvo,
es poesía.
Se estremece quien mira por la ventana de un colectivo
y se pregunta
si aquella mujer sobreviviendo en lágrimas los adioses
sabe su fortaleza,
su hermosura,
¿lo sabe?
¿sabe que su tiempo es vida florecida?
Frontera
Esto no es tierra.
Es ceniza.
Arde el grito del indio
y es silencio.
Arde la llaga de la pobreza,
en carne viva la mirada,
pero los ojos son glaciares oscuros,
impenetrables como la historia.
No hay tierra acá.
Sólo frontera.
Cuerpos como documentos,
territorios en la geografía del hambre y la abundancia.
Cuerpos escurridizos,
acechando la ocasión para burlar los mapas
mientras la desconfianza se pasea de un lado al otro.
Que esto no es tierra.
Es ceniza y humo.
Tanto humo que olvidamos que fueron hermanas las manos que tejieron
los siete colores de nuestra bandera.
Que no.
Que esto no es tierra,
es solo frontera.
Es ceniza.
Arde el grito del indio
y es silencio.
Arde la llaga de la pobreza,
en carne viva la mirada,
pero los ojos son glaciares oscuros,
impenetrables como la historia.
No hay tierra acá.
Sólo frontera.
Cuerpos como documentos,
territorios en la geografía del hambre y la abundancia.
Cuerpos escurridizos,
acechando la ocasión para burlar los mapas
mientras la desconfianza se pasea de un lado al otro.
Que esto no es tierra.
Es ceniza y humo.
Tanto humo que olvidamos que fueron hermanas las manos que tejieron
los siete colores de nuestra bandera.
Que no.
Que esto no es tierra,
es solo frontera.
viernes, 7 de junio de 2013
Habra que danzar hasta hervirse la sangre, hasta quedarse en carne viva. Ser Roja, Negra, Blanca/ Transparente. Danzar y viajarse. Partir, romperse en espiral y multiplicar la luz que nos habita. |
Habra que danzar hasta hervirse la sangre,
hasta quedarse en carne viva.
Ser Roja, Negra, Blanca/
Transparente.
Danzar y viajarse.
Partir,
romperse en espiral
y multiplicar la luz que nos habita.
martes, 28 de mayo de 2013
Mujer Menguante
abre el corazón sobre el agua.
Espejo oscuro está la noche
y se estremece el borde con el color de mis plumas
Abre luna que el agua está preñada
y la creciente llega desde las profundidades con la fuerza
del fuego.
Llora este cuerpo mío.
Se llora para serme otra vez.
Llanto que llueve sobre los callos donde sepulté mis
escamas,
llora para que deje de boquear al costado del asfalto
llora para que deje de dolerme con esta respiración que me
invento
porque no quiero que escuches cuando te estoy amando.
Llora el cuerpo para curarme la dureza.
Llora y se ablanda,
llora y se rinde,
llora y pide ayuda, perdón,
amor.
Llora mi universo entero.
Lloran las amebas, las partículas y las algas en la gruta
más profunda de mi rebelión.
Lloran las piedras y los abismos tapados de soledad y
silencio.
Me lloran los cuatro puntos cardinales
y el espacio sagrado del plexo.
Lloran mis arrugas estas ganas de viajar sin tiempo
Lloran mis arrugas estas ganas de viajar sin tiempo
llora a gritos el cuerpo
porque tengo tanto miedo que se me entumecen los pies.
porque tengo tanto miedo que se me entumecen los pies.
Lloran mis ríos y el mar oculto bajo el ombligo.
Lloran todas las mujeres que soy
y las sombras que iluminaste al verme
Llora mi universo
con sus animales y monstruos,
con sus animales y monstruos,
los mil caballos que me galopan la sangre
Lloran los pájaros, las flores y los gusanos.
Cruje la mujer-árbol:
otoñarse duele
pero el cuerpo es sabio
ceden los huesos y los músculos para dejarse ir con la corriente.
Cruje la mujer-árbol:
otoñarse duele
pero el cuerpo es sabio
ceden los huesos y los músculos para dejarse ir con la corriente.
Abre luna,
el agua de mis entrañas
ilumina este llanto ancestral con el que se fecunda tu
llegada
y tu partida.
y tu partida.
Necesarias
Entonces la sombra en tus ojos.
Borde a borde,
nos invade la ciudad,
neblina que se filtra entre las rendijas
y avanza colonizando
el sueño.
Me ves
y ya no son tus pupilas portales de luna
sino un campo de
batalla.
Hemos orbitado entre los mil soles de este abrazo,
la brújula fue la risa
el viaje, descubrimiento.
Llega día sobre
nuestra desnudez
y no amanece:
los amantes que hemos sido
se pierden en la bruma que vuelve frontera el cuerpo.
Bajo la ropa se
marchitan galaxias y mundos silvestres.
Apenas un perfume fugitivo en las horas sucesivas nos recordará haber
estado muy cerca de la libertad.
Porque llega el día
y las estructuras golpean la puerta para
decirnos qué Ser.
Desde ahí me ves
y las palabras que
nos gustan se vuelven inútiles
para que recuerdes que
no tengo apetito por lo que muere en la palma de mis manos.
No me pertenezcas,
no dejes de amar.
lunes, 15 de abril de 2013
Constelar
1.
¿De quién son estos muertos sino
míos?
Historias de otros surcan mi
historia.
Yo tejo el universo con el que me
nombro,
pero el hilo
llega ancestral a escribirme la
piel con hábitos
que marcan rupturas en los días.
Siempre el abismo cercando mi paso.
Catacumbas de aire
por donde se asoman los ojos de
quienes olvidaron el camino al cielo.
Se enroscan en mis rodillas,
amedrentando las pulsaciones,
llamándome invisibles sobre los
hombros.
Pidiendo. Reclamando.
Esta raíz respira conmigo,
hinchada de fuego
se hunde profunda en la tierra oscura.
Vengo de esas profundidades,
gestando mis propias muertes voy
naciendo.
Me reconozco y me parto
para volver.
¿Quiénes fueron mis ancestros si no
fui yo?
Ordenar. Limpiar. Hacer lugar para
cada cosa.
Devolver. Tomar. Construir espacio.
Poder elegir.
Te veo:
incorporo lo que falta
y te pido
Dejáme seguir.
2.
Caigo de
rodillas
Soy/ frente
a mi
y el
espejo somos todas.
Mujeres que
trabajan hasta el hartazgo
con el
hambre haciendo arcadas en las entrañas.
Mujeres
viviendo en silencio/
esclavas
pariendo hijos esclavos.
Llevo entre
mis omóplatos
el grito
como un
tatuaje doliente y esperanzado en la revancha de un día.
Mujeres que
amasan el pan/ limpian la casa/ atienden al marido.
Mujeres que
no saben de caricias/ ni del amor de los hombres.
Mujeres-pájaro
heridas,
viendo
pasar el tiempo como una película que siempre dice lo mismo
recreando
la pobreza sobre el barro de su casa/
muriendo en
el anonimato con la angustia hecha carne.
Yo soy
ellas.
Y también
soy esas
mujeres que por amor,
se abren
camino en la selva,
se animan
al mundo
y luchan como
pueden
para no
acostumbrarse a la tristeza.
Mujeres que
saben el lenguaje de la tormenta,
que
enloquecen
y se
enfrentan al espejo
para refutar la historia.
Llevo en mi
la contradicción,
mi voz les
canta/ las invoca/ las celebra
porque son
ellas las que se levantan en el amanecer
silenciosas/
gritando/
a recorrer
los caminos del mundo/
sostenerlo
y
transformarlo.
3.
“si al menos
pudiéramos alcanzar al otro con un gesto
tal vez lo salváramos
salvándonos”
Yolanda Gozalvez.
¿Dónde la línea divisoria entre los
míos y los tuyos
si somos siempre un nosotros?
El costurero de mis abuelos,
las herramientas y semillas del huerto,
los platos de sopa,
el fusil empuñado,
el llanto del victimario recorriendo
la cadena de vidas.
¿Quienes son estos muertos?
A quién le duele el hijo que se
lleva la violencia,
A quién el basural de mi
barrio,
el padre asfixiado en las minas,
los hematomas en mi piel.
Quién se avergüenza por aquel que
incendió casas en la miseria,
familiar de quién, los ojos
escarchados en la intemperie de la noche.
Quién responde por vos cuando no
podes dejar de mentir.
Estuve en el comienzo,
todos tenemos el mismo apellido.
¿Mis muertos?
Lo único que veo son cauces de un
mismo río.
Movimiento dominó al centro del
cosmos,
procesión de generaciones
percutiéndose unas a otras.
Asumir tu lugar es saberte el mundo
entero.
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