viernes, 29 de diciembre de 2017


SUDAMERICA-Retratos Literarios

YURILAMAS I

Entre las nubes se despierta Yurilamas. Parece que flotaran, hombres y mujeres camino a sus chacras, a pesar de llevar entre 40 y 80 quilos en su espalda. Van los chanchos y las gallinas que casi ni se ven de tan esponjoso que está el suelo. Ni bien despunta el sol todo se enciende entre el suelo blanquecino. Humean las candelas encima de los techos. Se calienta el desayuno…ya los niños a la escuela, los hombres a sus tareas y las mujeres, las mujeres por detrás de todo el mundo….

II.

Todos conviven en Yurilamas, los pollos picotean la comida de los gatos, los chanchos se mueven por el vecindario presentando a sus crías para ver si consiguen algo más rico que comer. Los burros, comparten la hierba con las vacas y los perros dormitan en la sombra -amanecidos después de una larga noche de luna llena- y les perdonan, una vez más, la vida a las cabras que se van felices rumbo al río con los niños.  Todos conviven en Yurilamas, siempre hay arroz, yuca, plátano y alguna carne de monte para compartir, no importa la hora, ni la casa, quien llega y necesita, tiene. Nadie se fija cuánto dá porque siempre recibe. No hay lujos en Yurilamas, pero hay abundancia de selva.

QUITO:

Amarilla se pone la Diez de Agosto cuando cae el sol y ya el día de visitas ha concluido. El frío comienza a volverse punzante, como la soledad que siente Ella, al despedirse de Él en el Hotel Carrión. Un hotel para deportados con régimen carcelario. Martes, Jueves y Domingo, una hora a la mañana, una hora a la tarde. Ese es el tiempo que tienen para besarse, hablar, abrazarse, hablar y mimarse para levantar los ánimos. En la fila de las visitas comparte con otras mujeres: ecuatorianas, argentinas, colombianas, cubanas, no importa de dónde vengan, todas son iguales en su gesto de amor hecho alimento, ropa limpia, cartas. Se deja requisar y la contradicción entre la sorpresa y la bronca le hace respirar hondo y dejarse tocar por las manos de un Estado que no sabe de libertad y menos de amor. Ahora baja la Diez de Agosto, aretero en mano, pinza y alambre para “manguear” en la mochila, y toda su pasión apretadita en la garganta. No entiende bien por qué, pero llora un largo rato en el parque “El ejido”. No va a trabajar hoy, el corazón está muy cansado. Mejor se va a lo de Sofi, una quiteña que le abrió las puertas de su casa “hasta que se resuelva todo”. Red. Sostén que tejemos en simetría. Nunca estamos solas.


LA PAZ:

“Frío es…” Muy. Demasiado frío. Es de noche y casi no hay nadie en una de las capitales más altas del mundo. Ellos comen las sobras de los restoranes, huelen pegamento, juegan torpe, se golpean y les sangra la nariz, pero no se sacan el pasamontañas. Ni el frío, ni el hambre, la droga o la sangre hacen que pierdan la “dignidad”…el pasamontañas los protege de la vergüenza de ser un lustrabotas. Juegan a ser uno más, a ser cualquiera, a ser nadie y todos. Son muchos en la ciudad y trabajan bastante, pero nunca verás sus rostros. “No los mires” –me recomiendan al verme pasmada ante la rudeza con la que se están golpeando entre sí y se ríen a carcajadas. “Mejor, no los mires”.

CALI:

Cada plaza baila porque muchos cuerpos se congregan para bailar. Muchas las plazas, muchos los sitios, danza Sudamérica:  Un bailadero, ciudad candente, arepas, tintico y sirope surcan las palabras y te endulzan las caderas para siempre.

II.


Como en todas las ciudades. La pobreza en los márgenes, lo más lejitos posible. El mismo olor, los mismos paisajes. Solo que cuando suena la música, algo diferente sucede. Niños, niñas y jóvenes se menean. Danzan. Toman su cuerpo para sí, lo mueven como quieren, hacia dónde quieren, se gozan, se vuelven poderosos. En ese instante no se avergüenzan de su piel, ni de todo lo que no tienen. En ese instante te miran de igual a igual, con el cuerpo dispuesto, desafiante, atento y entonces sabemos, que este mundo aún tiene chances de salvarse a sí mismo.

lunes, 13 de marzo de 2017

Diario de un Luto

Día después de muchos días:

Centro del cuerpo mío,
herida sangrante,
herencia lunar con la que me convoco, 
una vez más,
a soltar lo muerto.
Se abren las puertas de la noche
y vos, 
al fin, 
llegas.
como siempre, 
como nunca,
espacio de ensueños donde hemos vivido más que en ningún otro lugar:
Casi reales, puras quimeras. 
Un enigma que se vuelve certeza en el cuerpo.
Una llave que abre la única verdad que hubo 
y traen el dolor de esta paz con la que celebro:
Al fin te encuentro,
agazapado detrás de mi guerra por mutilar tu nombre
y romperte en mil pedazos hasta que seas cualquier ser que habita esta ciudad.
Al fin te encuentro
y se calma mi fiebre,
suelto las armas y la armadura,
para bailar con esta pena tan pura
que ilumina,
esta pena con la que vuelvo a sonreír y agradezco:  
Al fin, 
te extraño.
Te extraño y comprendo
Por qué tanto andar y andar: Amor, fue por Amor.
Al fin, 
puedo entonces, 
soltar estas palabras al viento:

Primeros días: 

Enmudezco.
Te vas.
No querés irte – decís.
Pero te vas. Otra vez.
Llorando, te vas, 
pero te vas.
Y con vos se van los caminos andados hasta hoy.
Se va el monte, las sierras, la selva y los ríos.
Se va la luna
y mi profunda estupidez.
Muda me quedo.
Solo puedo sentir la asfixia en las madrugadas,
los músculos contraídos,
la taquicardia 
y una fuerza nacida en el fondo de mis ovarios,
con la que me levanto todos los días, 
espíritu de girasol buscando el amanecer.


Mar:


Me recupero de tu ausencia como una adicta.
Me engaño, pongo metas estúpidas:
después que termine de lavar los platos,
hasta el viernes,
hasta mañana,
después de estos minutitos.
Busco distancias geográficas
y pongo cualquier obstáculo ridículo que me impida llegar hasta vos.
Me armo una listita,
para recordar todos los días.
Una listita que dice así:

Instrucciones para desintoxicarse de una adicción al desamor:


  • Correr lo más lejos y rápido posible
  • Nombrarte, fuerte y claro. No importa cuánto te hayan ignorado, no has desaparecido.  
  • Aceptar todo. 
  • Perdonarte. Fuiste común en la gilada con el resto de las mujeres nacidas en un sistema patriarcal, no importa cuán feminista ni revolucionaria seas, la revolución cotidiana en las relaciones interpersonales sigue siendo un campo de batalla muy difícil de ganar. Esta vez, lo perdiste, ¿y qué?
  • Dejarlo ir, es tu revolución y tu gesto de amor más grande. 
  • Reirte cuando te arrepientas de haber escuchado a tus amigas: tu decisión no fue apresurada.
  • Lo que tenés para decir, es importante.
  • Lo que necesitás es importante.
  • Lo que hacés, es importante y además, ¡hermoso! 
  • Sos linda
  • El placer siempre fue tuyo, no le pertenece a nadie.
  • No te arrepientas de lo que entregaste, pero no lo vuelvas a hacer...si no hay reciprocidad en el gesto. 
  • No mirar hacia atrás, por más difícil que sea.
  • Hacer cosas nuevas.
  • Empoderarse de la decisión de no convivir con el desamor, ni con la muerte, ni con un pecho frío que mina de abismos tu camino.
  • Dejar que se muera la soberbia con la que creemos amar y en verdad luchamos.
  • Hablar del desamor, de la forma más clara y menos dramática posible: “Los gestos que no llegaron en el momento preciso. No llegarán nunca. Cuando no te quieren, no te quieren. Fin

Un día frente al mar:

Ahora lo entiendo:
No vas a ser poema.
La poesía puede abrazarlo casi todo,
incluso la muerte,
pero no puede volverse poema un corazón tibio, indeciso, semi muerto.
No puede ser poema la cobardía de entregarse a las circunstancias sin dar batalla por aquello que decimos querer.
No puede ser poesía el gesto cómodo con el que entramos a una relación poniendo casi nada.  
No vas a ser poema.
Se calla la poesía. 
Se niega a pronunciar el capricho de una mujer enamorada
que sembró su corazón ante los muros donde se estrellaron uno a uno sus grandes y pequeños gestos de amor.
No hay poesía donde se ruega la mirada, el cuidado y el adiós. 

Otro Día en el río:

Llego a estas aguas con el murmullo de la sal cauterizando mis heridas,
tomo para mi esta dulzura,
la paciencia que te he tenido,
la alegría que perdí
y los mil abrazos que tenía guardados para vos
y vivo!

Para mí.