martes, 28 de mayo de 2013

Mujer Menguante

Abre luna,
abre el corazón sobre el agua.
Espejo oscuro está la noche 
y se estremece el borde con el color de mis plumas
Abre luna que el agua está preñada
y la creciente llega desde las profundidades con la fuerza del fuego.
Llora este cuerpo mío. 
Se llora para serme otra vez. 
Llanto que llueve sobre los callos donde sepulté mis escamas,
llora para que deje de boquear al costado del asfalto
llora para que deje de dolerme con esta respiración que me invento
porque no quiero que escuches cuando te estoy amando.
Llora el cuerpo para curarme la dureza.
Llora y se ablanda,
llora y se rinde,
llora y pide ayuda, perdón,  amor.
Llora mi universo entero.
Lloran las amebas, las partículas y las algas en la gruta más profunda de mi rebelión.
Lloran las piedras y los abismos tapados de soledad y silencio.
Me lloran los cuatro puntos cardinales
y el espacio sagrado del plexo.
Lloran  mis arrugas estas ganas de viajar sin tiempo
llora a gritos el cuerpo
porque tengo tanto miedo que se me entumecen los pies.
Lloran mis ríos y el mar oculto bajo el ombligo.
Lloran todas las mujeres que soy
y las sombras que iluminaste al verme
Llora mi universo
con sus animales y monstruos,
los mil caballos que me galopan la sangre
Lloran los pájaros, las flores y los gusanos.
Cruje la mujer-árbol:
otoñarse duele
pero el cuerpo es sabio
ceden los huesos y los músculos para dejarse ir con la corriente.
Abre luna,
el agua de mis entrañas  
ilumina este llanto ancestral con el que se fecunda tu llegada
y tu partida. 

Necesarias



Entonces la sombra en tus ojos.
Borde a borde,
nos invade la ciudad,
neblina que se filtra entre las rendijas
y avanza  colonizando el sueño.
Me ves
y ya no son tus pupilas portales de luna
 sino un campo de batalla. 
Hemos orbitado entre los mil soles de este abrazo,
la brújula fue la risa
el viaje, descubrimiento.
 Llega día sobre nuestra desnudez
y no amanece:
los amantes que hemos sido
se pierden en la bruma que vuelve  frontera el cuerpo.
 Bajo la ropa se marchitan galaxias y mundos silvestres.
Apenas un perfume fugitivo en  las horas sucesivas nos recordará haber estado muy cerca de la libertad.
Porque llega el día
y las estructuras golpean la puerta para decirnos qué Ser. 
Desde ahí me ves
y  las palabras que nos gustan se vuelven inútiles
para que recuerdes  que no tengo apetito por lo que muere en la palma de mis manos.
No  me pertenezcas,
no dejes de amar.