lunes, 25 de febrero de 2019

Conversaciones invisibles
















Estoy en la eternidad,
respiro sobre el pecho de un Gigante que se volvió roca de tanto soñarnos
y busco en esta sabiduría,
dejar ir con el río
–una vez más-  
esa herida por la que me convierto en mi propia víctima.
Los cóndores llegan a danzar sobre mi cabeza,
Soy consciente de la oportunidad
pero no tengo nada que pedir.
estoy en el umbral de mi tiempo,
hice el proceso contrario de cualquier humano:
perdí.
En la mitad de mi vida,
no me queda nada
y no soy triste por eso
Me fui despojando
a fuerza de entrega
y arrebato. 
Lo que deseaba en ese entonces,
se vuelve difuso hoy que comprendo que el anhelo de lo extraordinario,
es común a todes
y miramos lejos
lo que está cerca;
amor correspondido,
creatividad,  
aventura,
territorio,
trinchera izquierda de mi país de pájaros.
Estoy,
permanezco.
Disfruto lo que llega.
Amo sin expectativas,
hago mi mejor intento,
comparto
si me piden.  
El río no se apura con el deseo
ni se puede cambiar la dirección de la tormenta cuando viene hacia una.  
La magia existe
y la suerte
también.
No siempre se trata de mérito,
menos en el amor.
Entiendo:
                      estas son las reglas del juego.
No tengo nada que pedir o preguntar ante las puertas del misterio,
La luz vertical del mediodía atraviesa mi corazón y lo fortalece,
solo puedo agradecer
decir “acá estoy; no me suelto”
Que mis pasos no aplasten los brotes que crecen en el campo,
Que mi sombra deje de rasguñarme
y quiera bailar conmigo
y si alguien algún día
decide amarme,  
me abrace
tal cual estoy.